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¿Cómo se lo digo?

 “Haz lo que temes y la muerte del miedo está asegurada”

Eleonor Roosevelt

¿Cómo se lo digo? Esta es una pregunta muy frecuente en mi trabajo con líderes y equipos, cuando ellos identifican la necesidad de decir algo relevante y no se atreven.

Cuando acompañamos a los equipos en la creación de sus acuerdos en la etapa inicial de un proyecto, los integrantes establecen el compromiso de ser honestos y decir la verdad, siendo esta una práctica fundamental para crear equipo.

Por definición, la honestidad es hablar y actuar con sinceridad. Implica mostrar respeto hacia los demás y tener integridad y conciencia de sí mismo.

Con frecuencia la honestidad nos confunde. La verdad puede ser dura e incómoda. El que la dice peca por falta de tacto y el que la recibe se disgusta por el descubrimiento. ¿Cómo encaja esto con la bondad?…

Por su definición, la persona bondadosa se caracteriza por ser una persona que realiza el bien y promueve todo lo bueno para las personas que se encuentran a su alrededor.

¿Puede coexistir la honestidad y la bondad?

La honestidad a veces tan dura, tiene mucho en común con la bondad, aunque puedan parecer opuestas. Porque, si en la base de la bondad hay falsedad, deja de ser bondad y se convierte en falsa cortesía, que es lo que habitualmente practican las personas en los equipos.

En los equipos, parece que siempre se debe elegir entre una u otra. La verdad no brota de su corazón, si no del temor a provocar reacción violenta en el otro, a confrontar acusaciones. Hay temor a arriesgarse a abrir conversaciones honestas y abiertas, las ven difíciles y les cuesta mucho abordarlas.

Hay miedo a generar dolor en la otra persona; miedo a que tome represalias; miedo a hacer el ridículo y no saber manejar la conversación; miedo a perder el control y hacer o decir algo de lo que luego podría arrepentirse; miedo a lo que pueda pensar de mí, a que me considere una mala persona; miedo a la reacción emocional de la otra persona, que llore, que se enfade, que grite; miedo a los juicios; miedo a que la otra persona me rechace, a que rompa la relación conmigo o se distancie, etc.  

En mi propia experiencia, no existe una conversación difícil por si misma, sino conversaciones que nos resultan difíciles a cada uno de nosotros, porque cada uno experimentamos las sensaciones que produce tener que hacer frente a una conversación que nos inquieta.

«¿Qué preferimos? La bondad auténtica, estar dispuesto a decir siempre la verdad por incómoda que sea, o la educación de alguien que evita la confrontación, que acepta que las conversaciones en la reunión están bien, cuando en realidad se está aburriendo y no les encuentra sentido, ni valor. Decir siempre sí ante cualquier solicitud que se nos hace, por nuestra incapacidad de producir el coraje y la honestidad para decir NO, generando incumplimientos, retrabajos, desconfianza y acciones poco confiables.»

Reflexionar sobre qué conversaciones me inquietan, ha sido para mi un tremendo regalo, para conocer mejor mis miedos y los que han influido en mi vida. ¿Cuáles son las conversaciones que juzgo difíciles?, ¿Con quién tengo conversaciones difíciles? ¿Qué me cuento que las hace difíciles?, ¿Cómo actúo ante dichas conversaciones? Responder estas preguntas, fue un gran paso para empezar a abrir dichas conversaciones y ganar mayor seguridad.

Comparto algunos de mis descubrimientos sobre mi y sobre mis clientes que acompaño.

¿Cuáles son las conversaciones que juzgamos difíciles?

Conversaciones para reclamar, para pedir algo o ayuda, para decir NO, para dar o recibir feedback, para reconocer logros sobre si mismos y de otros, conversaciones sobre las que tenemos que mostrar emociones, para reconocer que hay algo sobre lo que no se sabe, etc.

¿Con quién existen las conversaciones difíciles?

Conversaciones con personas que tienen jerarquía y autoridad, con personas que muestran sus emociones con intensidad, conversaciones con personas cercanas en el equipo y la familia, para expresar descontento por algo que la otra persona ha hecho o dicho, conversaciones para poner límites, etc.

¿Cómo se actúa ante dichas conversaciones?

Como seres humanos, solemos actuar al igual que lo hacemos ante otras situaciones en las que sentimos un riesgo o una amenaza:

  • Escapar: huir de la conversación, romper la relación con la otra persona, abandonar el trabajo y al equipo, antes que afrontar la conversación que me resulta difícil.
  • Cargar: llevar la conversación con nosotros y a otros, darle vueltas al tema, pedir consejo. Sin embargo, no mantenemos la conversación con la persona que corresponde y se vuelve pesada para todos.
  • Esconderse: evitar encontrarnos con esa persona o en una situación, retrasamos abrir la conversación, hacer como que no pasa nada, no mostrar lo que realmente pensamos o como nos sentimos, callar y acatar, someternos a lo que sea que este pasando.
  • Atacar: lanzarnos a decir lo que tenemos que decir, resistimos, confrontamos y nos peleamos con la situación sin dejar opciones a la otra persona.

Mi experiencia y práctica frente a las conversaciones que me desafían y me inquietan es la siguiente:

  • Tomo el tiempo para prepararme (no intento aplazar la conversación).
  • Me preparo somáticamente, emocionalmente (centrarme)
  • Diseño el contenido de dicha conversación.
  • Pido ayuda de ser necesario y realizo alguna práctica previa.
  • Me conecto, siento en mi cuerpo lo que me importa cuidar en la conversación y visualizo el resultado que deseo alcanzar.

Se trata de dedicar un cierto tiempo para prepararme adecuadamente para sostener somáticamente la conversación. Este tiempo de preparación me brinda seguridad y confianza.

En los equipos, las personas necesitan preparar previamente las conversaciones, pero esto no es suficiente, si no se garantiza un contexto emocional seguro para abrir conversaciones honestas y abiertas, donde las personas sientan que son cuidadas y nada de lo que se diga los pondrá en riesgo.

En síntesis, las conversaciones dejan de ser difíciles, cuando las personas ganan seguridad y confianza, comprometiéndose a producir las conversaciones que son necesarias por el bien del crecimiento del equipo y los resultados que todos cuidan y sostienen.

¿Cómo generar compromiso en las personas, si no sabemos desarrollar conversaciones que generen confianza?

Yolanda Acosta Urrego

Executive Coach

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