El compromiso más allá de las palabras

Imagina un mundo donde cada palabra que dices lleva consigo un vínculo poderoso. No es solo una combinación de sonidos y letras, sino algo más profundo y significativo. Visualiza que en cada compromiso que haces, se refleja tu imagen, tu esencia, tu integridad y la confianza que otros tienen en ti.

Cuando decides cumplir tus palabras, cuando creas la expectativa de que honrarás tus promesas, estás creando un espacio de posibilidades para los demás. Les brindas la oportunidad de alcanzar algo que quizás antes les parecía inalcanzable. En ese instante, generas emociones intensas: esperanza, confianza, alegría y serenidad.

A lo largo de mi viaje como guía en el desarrollo de habilidades para escuchar, para formular pedidos, para crear compromisos verdaderos, he descubierto algo asombroso. Muchos sostienen la creencia de que, una vez expresadas sus necesidades y obtenida una confirmación, todo fluye con naturalidad. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja.

El proceso que sigue va más allá de las palabras. Frecuentemente, las personas pasan por alto que el compromiso conlleva una ejecución y un cierre. A medida que avanzamos en la materialización de lo prometido, enfrentamos obstáculos y desafíos que aumentan en complejidad según la magnitud de nuestra promesa.

He observado que, durante este proceso, la carga no recae solamente en aquellos que deben cumplir, sino también en quienes hicieron la petición. Entonces, ¿Cómo podemos cumplir nuestras promesas sin agotarnos en el intento?

La solución radica en convertir la obligación en un compromiso genuino. En muchas organizaciones, la sensación de estar obligados prevalece sobre el auténtico compromiso. Nos vemos atrapados en tareas que no elegimos, impuestas por otros o por las circunstancias. El discurso de la resignación emerge: «tengo que», «las cosas son así», «no hay opción».

Además, algunas personas defienden la idea de que las promesas son inquebrantables y se sienten atrapadas por ellas. Pero ¿Qué tal si te digo que nada está escrito en piedra? En el intercambio de promesas, pueden surgir imprevistos, situaciones inesperadas que complican el cumplimiento.

El arte del compromiso yace en el equilibrio. Saber que un compromiso puede ser modificado legítimamente según las circunstancias, sin abusar de ello, pero con flexibilidad.

En este viaje de compromisos y relaciones, permitidme compartir algunas guías que pueden iluminar nuestro camino:

Primero, comprométete a comprometerte. Antes de decir «sí», evalúa si puedes cumplir bajo las condiciones propuestas. Segundo, toma plena conciencia de lo que tu palabra implica. ¿Qué está en juego? Tercero, convierte tu compromiso en un plan de acción claro y avanza con firmeza hacia su culminación.

Cuarto, comunica y coordina. Mantén informadas a las personas involucradas sobre cambios y desafíos. Quinto, respalda cada palabra aceptada con acciones. Si es necesario, renegocia, pero asume la responsabilidad de los resultados.

El verdadero compromiso surge de la elección, no de la imposición. Implica abrazar los desafíos como elementos esenciales del viaje hacia tus metas.

Entonces, cuando vuelvas a comprometerte, recuerda que tu palabra encierra mucho más que sonidos. Es tu reflejo, es confianza. En tu compromiso, reside la magia de las oportunidades que puedes brindar a otros y a ti mismo.

Ahora te pregunto: ¿Cómo te acercarás a tus compromisos a partir de hoy? ¿Cómo aprovecharás esa magia de posibilidades para transformar no solo tus palabras, sino también tu realidad y la de quienes te rodean?

Preparó: Yolanda Acosta Urrego

Coach MCC – Consultora especialista en Liderazgo Generativo

Preparó: Yolanda Acosta Urrego

Coach MCC – Consultora especialista en Liderazgo Generativo

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